La armonía de la vida se
concentró en tu vientre, formando mi ser
con tu inagotable amor de madre. Nací bajo el manto de la tierna protección de
tus manos, ayudándome a levantarme de mis caídas con tus sonrisas.
Me acunas con tu melodiosa voz
secando con ellas mis lágrimas y cuando sonrío soy yo, quien seca tus lágrimas
de amor.
Para ti, siempre seré único,
aquel que creció en tu interior, la criatura que alimentaste con tu sangre y
tus sueños, el hijo por quien te sacrificaste vendiendo tus ilusiones a la vida
a cambio de mi felicidad. El tiempo sembró en tu cabello
hermosas canas y las arrugas van marcando bellos senderos en tu divina cara.
Madre, que Dios bendiga la
inmortalidad de tu alma, porque yo tu mortal hijo, solo puedo amarte entregándote
mi corazón forjado por tu sangre.
¡Gracias por darme la vida y
hacer de mi un ser especial y digno de ser tu hijo!
¡Te amo madre mía!