Nadie me ha leído las cartas sin que sepan que eres mi amado, nadie ha leído las rayas de mi mano sin que descubran las 6 letras de tu nombre, todo se puede negar, salvo el olor de un hombre amado, todo se puede disimular, salvo los pasos que deja un hombre en nosotros, todo se puede discutir, salvo tu brillo.
¿Donde te podría ocultar, amor mío? Si somos dos llamas que arden, ¿Donde esconderte, amor mío? Si ocultar tu luz es como querer ocultar el mismo sol.
¿Donde llevarte?, ¿Donde me llevarás? Si todos los lugares conocen nuestra cara, si todas las aceras conocen nuestro olor.
Estamos al descubierto en una terraza marina y nos observan como dos peces dorados en una vasija de cristal.
Nadie ha leído mis poemas sobre ti, si que conozcan el origen de mi inspiración, no hay dirección que pueda tomar, que no me dirija hacia tus labios, nadie abre mis cajones sin que te encuentre ahí, dormido cual mariposa.
Enséñame una forma de encerrarte en la memoria e impedirte salir,
Enséñame a dibujar en torno a tus brazos mis caricias y labios,
Enséñame a retenerte cual fuera el punto y aparte.
Enséñame caminar bajo la lluvia de tus ojos cristalinos sin mojarme,
Oler tu cuerpo, sin descontrolar mi furia al no poder poseerte.
Déjame hacerte parte de mis pequeñas costumbres, de mis pequeñas cosas, de la pluma con la que escribo, de las hojas en las que hago garabatos, del café que sorbo.
Siéntate a mi lado para tornar la vista al mapa del amor que trazaste cual dureza de un conquistador, siéntate para que veamos donde esta la frontera entre tus ojos y mi tristeza, donde empiezan tus aguas territoriales y termina mi sangre; siéntate a mi lado y recordemos las conquistas que tus labios han tenido sobre mi cuerpo.
Siéntate conmigo un momento para acordar una forma de amar en la que no seas mi esclavo ni yo una pequeña posesión, siéntate conmigo a esperar a que la vida pase y en el último atardecer el sol se oculte y se lleve con el, nuestro último suspiro.